lunes, 26 de abril de 2010

Alicia en el país de las maravillas



Tim Burton estrena película... con Johnny Depp, Helena Bonham Carter, Anne Hathaway... no pude resistirme. Ayer vi Alícia en el país de las maravillas y sentí un cóctel de emociones. Impacto visual si, pero la historia se quedó a medias. He leído un par de artículos/críticas por la red y alguno de ellos bien expresan mi opinión.
Lean sinó lo que opina Samuel Paz en Sci-Fi World:
Isaac Asimov aseguraba que para los que están despiertos hay un mundo u ordenación único y común o público, mientras que los que están durmiendo se desvían a uno privado y propio.


Los neurólogos están de acuerdo en que la fase REM es la fase del sueño durante la que suceden los sueños más intensos. Durante esta fase, los ojos se mueven rápidamente y la actividad de las neuronas del cerebro se asemeja a la de cuando se está despierto.


Tim Burton, al parecer, se postula como uno de esos directores que, como un gran ilusionista, quieren inducir al público en una fase REM colectiva que los transporte al mundo de sueños peculiares, complejos y únicos que habitan en su mente.



Sin embargo, no todos los sueños son iguales: algunos los recordamos nítidamente; otros, son tan poderosos que, al revelarnos una verdad sobre nosotros mismos, son capaces de motivarnos a hacerlos realidad. Por el contrario, algunos sueños son olvidados al poco tiempo de haberlos vivido.

Desgraciadamente, Alicia en el País de las Maravillas, el último sueño de ese gran ilusionista que es Tim Burton, pertenece a estos últimos.

La película, de entrada, no supone tanto un remake de la homónima versión que Disney dibujase en 1951 (la referencia entre las más de la docena de versiones cinematográficas que han adaptado la obra de Lewis Carroll), como una continuación de ésta, siguiendo la pauta de las dos novelas que narran las aventuras de Alicia.

Una Alicia (Mia Wasikowska) bastante crecidita en este film que ha de enfrentarse a la decisión de tomar el rumbo de su vida y decidir si acepta un matrimonio impuesto o si, por el contrario, reúne el valor suficiente como para vivir como desea. Así, la fiesta de pedida de Alicia y su decisión se verá interrumpida, por el Conejo Blanco que la llevará de nuevo a caer en su interminable madriguera destino al Pais de las Maravillas, ahora sometido bajo el tiránico control de la Reina de Corazones (una caprichosa, insoportable y cabezona Helena Bonham Carter). Alicia, con la ayuda del Sombrerero Loco (Johnny Deep), la Reina Blanca (Anne Hathaway) y el resto de fantásticos seres que pueblan ese mágico mundo, será la pieza clave para librarlo de una vez y para siempre de la adicta a las decapitaciones en que se ha convertido la Reina de Corazones. Por el camino encontraremos ejércitos de naipes, gatos voladores, flores parlantes,dragones de violáceo fuego o simpáticos gemelos rechonchos.

La ilusión, a priori, que crea el maestro Burton es tremendamente efectista, fantástica, onírica y cuantos calificativos positivos se puedan utilizar para alabar el deslumbrante diseño de producción, efectos visuales, paleta de colores, vestuario y tono del film, del que, como si de un gran paréntesis se tratase, sólo saldremos al principio y al final de la cinta.

Sin embargo, a pesar de estos y otros atributos, como su sólida dirección o la estupenda banda sonora que firma Danny Elfman, Burton no logra que soñemos de una forma rotunda, que nos impliquemos en la película, y los efectos de la misma se desvanecen en el aire tan fácilmente como el gato Cheshire al poco de abandonar la sala de proyección. Por tanto, lo que nos queda es una película menor, sin la personalidad que se le pretende, sin fuerza narrativa, sin ritmo y lo que es peor, decepcionante.

Decepcionante porque lo que pudo haber sido una excusa para hablarnos del paso de la adolescencia a la madurez se queda en nada, porque en vez de manifestarse como un alegato en pro de la importancia de tener sueños se queda en una reducción al absurdo de los mismos y porque la fantasía se queda tán solo en la apariencia de las cosas.

Sin duda, algunos aspectos del film son más culpables que otros de este resultado, destacando el pésimo trabajo que hace el reparto en su conjunto, ejemplificado en una Anne Hathaway que da vida a una Reina Blanca sin carisma y amanerada o un Crispin Glover de vergüenza ajena. El único que salva los muebles interpretativamente hablando es Johnny Deep que, bien por su costumbre a la hora de trabajar con Burton, bien por su especialidad en hacer personajes pasados de vueltas, compone un Sombrerero Loco memorable, verdadero protagonista de la cinta y que probablemente sea el mayor reclamo de la película. En el lado opuesto se sitúa la supuesta protagonista, Mia Wasikowska, que compone una Alicia hierática, plana, que ni siente ni padece, sin emociones, ejemplificando lo que una pésima actriz puede hacer para destrozar un personaje que en sí mismo es un icono. Por ello, el espectador no se implica en la trama y acaba por darle igual si Alicia regresa a su hogar o no. La falta de emoción, de un guión más sólido, de un trasfondo que permita leer entre líneas a un público adulto,  de ritmo así como la falta de talento a la hora de rodar escenas de acción son también reponsables de que esta película no sea la referencia que, de otro modo, hubiera sido. Mención aparte merece la tecnología 3D (añadido en postproducción) que en este film, de tonos oscuros y con poca luz, sumado a la oscuridad extra que añaden las propias gafas, en poco ayuden al conjunto.

Con todo, estamos ante un film correcto, respetuoso con el espectador, agradable de ver y con hallazgos visuales de altísimo nivel, lo cual lo convierte en una buena película para el público infantil que de la mano de Disney (y por ello incompatible con el genio creativo de Burton, cómodo en films más pequeños y oscuros) redescubrirá un clásico inmortal, lo cual no es nada desdeñable.

En definitiva, el gran ilusionista que ha sido, es y seguirá siendo Tim Burton, referente indiscutible de cómo plasmar los sueños y la fantasía en una pantalla no firma aquí la mejor de sus obras, que se queda tán solo en humo.

Aunque, desde luego, en este caso se demuestra que el humo también puede ser bello.


Por: Samuel Paz 

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